Jueves, 11 de la mañana, Bogotá gris.
Instrucciones: Observar, no
ver.
Ubicación: Carrera Séptima con
Calle 39, edificio Ecopetrol, costado suroccidental.
Tiempo estimado: 20 minutos.
Cuatro estudiantes, algunos transeúntes
nos miraban con curiosidad, otros solo seguían de largo, ninguno se quedaba.
Dinámico, constantemente en movimiento, así era el lugar donde nos encontrábamos.
Rodeado por la Universidad Javeriana, el Parque
Nacional y una zona corporativa al lado del edificio en dirección sur. El
paisaje se mezclaba con azul, naranja, beige, gris del cielo y el frondoso
verde del parque. A nuestras espaldas,
gris, terracota de ladrillo y colores sombríos donde predominaba el negro de
quienes por allí transitaban y quizás un efecto secundario del smog que opacaba
el aire.
Al igual que los semáforos que rodeaban nuestro lugar,
la vida allí estaba llena de rojos y verdes. Oleadas de gente frente a nosotros
que al momento siguiente desaparecían, nos transportábamos a otro lugar, vacío.
Duraba poco, pues junto con el cambio de luz aumentaba el ruido y se reactivaba
la actividad. Todo es constante, la ciudad no para y sus habitantes tampoco.
Acróbatas, vendedores, citadinos trabajando, comenzando
el día, estudiantes, niños, ancianos, perros, todos en distintas direcciones.
Ninguno se toma una pausa para mirar a su alrededor pero como ejercicio para
salir de la rutina; todos los días pasamos por los mismos lugares pero nunca
nos detenemos a descubrir que nos rodea.
Se acaba el tiempo y nos mezclamos con quienes ya van a
la velocidad de la ciudad, cruzamos la calle y nos encontramos de nuevo con el
ruido, los carros, carteles y mucho más. Aquí finaliza la observación y
volvemos a nuestras actividades, volvemos a ver.
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